CHILE,
LOTA, Un teatro al aire libre
2008
Lorezno Moscia
“Mi papá, mi abuelo y mi bisabuelo eran mineros. No me acuerdo bien qué era mi bis abuelo pero su pega estaba relacionada con la mina”. Así habla el Cofia, quien trabajó en el yacimiento de Enacar (Empresa Nacional del Carbón) desde el ‘80 hasta el día de su cierre, en 1997.
El Cofia era instructor de una perforadora, ganaba bien y le alcanzaba para man tener a su esposa y sus cuatro hijos. Pe ro todo terminó con el cierre de la mina de carbón. Ahora él vive con su mamá y sobrevive con 90 lucas que gana en un tra bajo de emergencia creado por el gobierno. Su mamá perdió a su marido minero y se reencontró con un hijo ex minero. “Yo a Lota no la cambio por nada. Amo ese lugar”. Cuenta el cofia.
Cuando uno visita esa ciudad descubre la generosidad, humildad, simpatía y dignidad de los lotinos. Las condiciones del lugar dan cuenta de la gran deuda que tienen las autoridades con la gente. Hoy en día, el orgullo y la esperanza son los únicos aliados que le quedan al pueblo de Lota.
En el tiempo que estuve en esa ciudad pude compartir con su gente: comer, tomar y reír erán pan de cada día. Cuando viví con el Cofia y su mamá nunca me faltó nada. Tampoco ellos me pidieron na da a cambio.
Entre foto y foto, me sorprendí lloran do varias veces. Justamente de eso creo que se trata este trabajo.
Antes que todo, Lota es un teatro al aire libre. Un universo emocionante donde las cosas transcurren sin medidas. Los lotinos se unen para pelear con los carabine ros por falta de pago en los sueldos o pa ra velar a un amigo. También lo hacen pa ra rezar o jugar al fútbol.
Al parecer, todo está en calma. De re pente, alguien grita y estalla una pelea ca llejera.
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